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La técnica japonesa del hikaru dorodango, que consiste en moldear bolas de barro hasta transformarlas en esferas perfectamente lisas y brillantes, es una práctica tradicional que ha sido recientemente adoptada como herramienta de arteterapia. Este proceso, que puede durar horas o incluso días, requiere una atención meticulosa, constancia y delicadeza, convirtiéndose en una vía efectiva para trabajar la paciencia. Al centrarse en los pequeños detalles, en el ritmo lento y en el contacto directo con la tierra, el Dorodango fomenta la conexión con el presente, reduce la ansiedad y permite desarrollar tolerancia a la frustración. Como ejercicio terapéutico, es ideal para personas que buscan fortalecer su capacidad de espera, concentración y regulación emocional a través de una experiencia creativa y meditativa.